Casualidades de esta vida, hace algunas semans tuve la curiosa oportunidad de hacer algo que no esperaba haber hecho nunca. Quizá porque no estaba entre mis inquietudes personales... Pero la oportunidad se cruzó en mi camino y me hizo gracia aprovecharla.
El caso es que un día quedé con unos amigos (antiguos compañeros del instituto) para cenar, tal y como hacemos periódicamente. Resultaba que la semana anterior se había producido la visita del Papa a Barcelona con motivo de la consagración del templo de La Sagrada Familia. Un viaje un tanto discutible, por la forma sobre todo, pero es cuestión de opiniones.
El caso es que en dicha cena, mis amigos me sorprendieron con un curioso postre: una caja de bombones de las que Iberia había encargado para el Papa en su vuelo de vuelta a Italia. Tal cual. Aquí tenéis la foto:
La cajita en cuestión había sido descartada para su consumo papal, porque si os fijáis, el segundo bombón de la segunda fila empezando por la derecha, tiene el escudo del vaticano borroso. La bombonería que los había hecho ("Cornet 1945" de Vilanova i la Geltrú, Barcelona), se los quedó para exponerlos en el escaparate. Mis amigos que un poco raros sí que son, le hicierona una oferta al tendero que no pudo rehazar (apenas fueron 8 euros...) y se los quedaron.
Por la parte gastronómica, sólo decir que eran de un chocolate exquisito y muy fiino. Algo digno de un buen paladar (y no lo digo por el del Papa) si no por el mío...
No deja de ser una anécdota curiosa, o si no decidme si no impresiona contar en las reuniones con los amigos y familiares que yo me comí los bombones de Benedicto XVI... La cajita fueron 8 euros, contarlo... no tiene precio.
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